APAF-Madrid (Asociación Profesional de Agentes Forestales de la Comunidad de Madrid) Historia de los Agentes Forestales
Historia de los Agentes Forestales
La Guardería Forestal necesita una urgente elevación de su nivel profesional y de su situación sociolaboral
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La necesidad de proteger nuestro Patrimonio Natural no es un problema exclusivo de nuestro tiempo, hace siglos que nuestros gobernantes idearon, entre otras medidas, la creación de colectivos encargados de velar por su conservación.
Ya en el año 1677, reinando Carlos II, se dicto una Real Ordenanza disponiendo: “La vigilancia de las masas arbóreas y los animales salvajes que las habitasen por todas las autoridades de la monarquía a quienes correspondiesen”.
Fernando VI, dicta otra ordenanza en el año 1748, que en su art. 25 nombra a los “Guardas de Campo y Monte con ese titulo, o el de Celadores, ordenándoles que prendan, denuncien a los taladores, causantes de incendios, introductores de ganados en plantíos procurando que dichos guardas sean hombres de buena opinión, fama y costumbres”.
Días después, con un decreto nombra a otras personas que “actúen hacia el mismo fin, usando de un saber ganado con el estudio que les permita hacer o mandar lo más concerniente; y en cuanto a los guardas de campo y monte les ordena, que actúen conjuntamente con aquellas personas de mas sabiduría poniendo en su cometido, la reciedumbre de sus cuerpos, la aversión al soborno o la malicia, y el largo conocimiento de los montes que tutelan”.
En el párrafo anterior, encontramos definidos dos de los colectivos básicos que actualmente siguen vigentes en materia de Conservación de
El rey Carlos III, el 19 de abril de 1762 sanciona una Real Orden, por la que se crea la compañía de Fusileros Guardabosques Reales.
Su hijo Carlos IV, a finales del siglo XVIII, promueve un premio sobre el tema: “¿Cuáles son los obstáculos que impiden y atrasan en la actualidad la prosperidad de los montes y plantíos de España?”. El ganador del concurso llegó a la siguiente conclusión “Urge la necesidad del establecimiento de una vigilancia tutelada por el Estado con especial atención a los incendios y entradas de ganado a las repoblaciones jóvenes”.
En el año 1866, siendo reina Isabel II ejercían acción vigilante en los montes.
Alfonso XII en el año 1876, cesa todas las guardarías y deja corno vigilantes de monte únicamente a
En 1907, se hace especialmente preciso un cuerpo que se ocupe de los montes, en su vigilancia y otras misiones incompatibles con el carácter de
Durante la 2.ª Republica, en el año 1935, se crea el Patrimonio Forestal del Estado, que es reformado en el ano 1941.
Gobernando el General Franco y dependiendo de
En el año 1971, se crea el Instituto Nacional para
Nuestro actual Rey, Juan Carlos I, en el año 1978, firma el Real Decreto nº 609/1978, por el cual la denominación de Guarda Forestal queda sustituida por la de Agente Forestal.
El día 6 de diciembre de ese mismo año es ratificada por Referéndum la nueva Constitución, que recoge en su titulo VIII el Estado de las Autonomías.
Es en el año 1985, cuando cada Autonomía tiene su Guardería Forestal propia; al quedar finalizado el proceso de transferencias de competencias en materia de Conservación de
Durante el periodo histórico que acabamos de resumir, comprobamos que existía una preocupación por impedir los atentados ecológicos; la formación y evolución de las sucesivas Guarderías Forestales, unido al esfuerzo legislativo realizado así lo demuestran. El por qué del progresivo deterioro de nuestra naturaleza, habría que buscarlo en múltiples causas, algunas de las que consideramos más importantes son:
- La dificultad de ejercer una vigilancia exhaustiva en extensas demarcaciones territoriales.
- La necesidad que tenia la población eminentemente rural de utilizar los recursos naturales para su subsistencia, que degeneraría en muchos casos en abuso y codicia.
- Escasa dotación de recursos económicos, tanto para tener personal suficiente, como para dotar a éste de los medios necesarios.
- Excesiva burocratización y mala organización, en una profesión cuya actividad se realiza en el campo.
- La idiosincrasia de los españoles.
Circunstancias éstas que no han variado en lo esencial en la época actual.
A principios de siglo, se hace necesario dotar de mayor funcionalidad y eficacia al servicio de
Con el asentamiento de los forestales en estas viviendas. se consiguió:
- Mayor agilización y capacidad de recorrer más terreno en menos tiempo.
- Más dedicación y tiempo de trabajo. El forestal estaba las 24 horas en el monte, pues habitaba en él.
- Posibilidad de vivir múltiples experiencias que dotaron al forestal de un gran conocimiento de los montes que tutelaba, y de todos aquellos acontecimientos que en ellos se daban.
- Una gran independencia. Al vivir solo, o a lo sumo en compañía de la familia de otro compañero, las situaciones de amiguismo o compensación de favores, serían mínimas y situarían al profesional en una posición de fortaleza a la hora de sancionar todas aquellas infracciones que descubriese.
La casa forestal, medida que benefició la protección de nuestros montes, acarreó como secuela directa un modo de vida, que desprofesionalizó al Guarda Forestal, con la peculiaridad del aislamiento, que le trajo como consecuencia una serie de marginaciones (sociales, culturales, sanitarias, profesionales, etc.), y todo tipo de dificultades para su existencia.
- Marginación social. Al faltar oportunidades de tener trato con la gente por habitar y trabajar en un medio despoblado. De los encuentros que tenían en el monte, la mayoría eran para reconvenir y sancionar las infracciones, lo que dificultó la sociabilidad, principio básico del ser humano, y fomento la taciturnidad y recelo en el forestal.
- Marginación cultural. El habitar en la casa forestal, y la consiguiente marginación social, imposibilitó el desarrollo cultural del forestal, además de enfrentarte a la impotencia de dotar a sus hijos de una escolarización suficiente.
- Marginación sanitaria. Condicionada como las anteriores por el medio y la soledad. Imaginemos la frustración y sufrimiento de unas familias que en caso de enfermedad o accidente, debían trasladarse en caballería si la tenían, al pueblo más cercano que tuviese médico, recorriendo varios kilómetros por malos y escabrosos caminos de montaña, con las consiguientes inclemencias meteorológicas, además de abandonar por un tiempo indeterminado aparte de la familia, cuando el enfermo fuese un progenitor.
- Marginación profesional. El ser un cuerpo disgregado con demarcaciones territoriales muy extensas, impidió tener contactos habituales entre los miembros de
La obligación de residir en casas forestales, ha durado hasta mediados de la década de los años sesenta, e incluso actualmente, continúan utilizándose como residencia permanente, aunque lógicamente con otros condicionamientos.
Definición y funciones de
Reseñamos algunos artículos del Reglamento de
Art. 45: “Todos los miembros del Cuerpo de
Art. 46: “Los Guardas, como agentes la autoridad y como miembros de la policía judicial, tienen el deber de intervenir en todos los hechos justiciables.”
Las funciones del Agente Forestal, se encuentran reguladas por el Reglamento anteriormente citado y el Real Decreto por el que se concreta y desarrollan determinadas funciones del Cuerpo de
Estas se pueden resumir del siguiente modo:
a) El Reglamento de 1966, en su art. 1º, que son misión principal de
El art. 49 establece que los Guardas vigilarán constantemente el monte o m montes que constituyan sus cuarteles, zona o comarca, guardando los linderos exteriores e interiores, vigilando la ejecución de aprovechamientos y mejoras que se realicen, haciendo efectivos los acotamientos y denunciando toda clase de daños, abusos e infracciones que sorprendieran, no solamente en los montes sometidos a su custodia día, sino también en cualquier otro en que se encontraren.
b) El Real Decreto de 24 de septiembre de 1982, dispone en su art. 1º, que sin perjuicio de las funciones establecidas en el Reglamento de 1966, les corresponderán misiones de atención, policía y vigilancia los parques nacionales, reservas de interés científico, parques naturales de interés nacional, reservas nacionales de caza y parques naturales cuando sean administrados directamente por el I.C.O.N.A
En el art. 2º se establece que el Cuerpo de
La disposición transitoria 1.ª establece que se asumirá al menos transitoriamente, la vigilancia, custodia y policía de las vías pecuarias e igualmente y con el mismo carácter desempeñará aquellas misiones que puedan encomendársele en relación con la conservación de los recursos naturales y otras tareas de colaboración del Ministerio de Pesca y Alimentación, o de otros departamentos y organismos; ejemplo de esto último es el convenio que suscribieron, el día 9 de abril de 1982, el Director General de Bellas Artes, Archivos y Bibliotecas y el Director de ICONA por el cual,
Evolución de las funciones de
Durante la primera década del presente siglo se potencia la labor de custodia y policía de los montes, de
Con la reforma del año 1941 del Patrimonio Forestal, se contratan por este organismo, los encargados forestales, que posteriormente obtienen el reconocimiento de Guardería Forestal del Patrimonio, dependiente de las Divisiones Hidrológicas y asumiendo todas las funciones de
Anteriormente,
De la magnitud de éstas, da idea el Secretariado de
Como consecuencia del avance tecnológico, la apertura de pistas forestales, que en ocasiones enlazaron pueblos aislados y los empleos creados por las repoblaciones, se anuló a mediados de la década de los sesenta, la obligación que pesaba sobre
Coincidiendo casi en el tiempo con el nacimiento del Instituto Nacional para
Durante el periodo 1973-1982, en España ardieron casi dos millones de Hectáreas de bosques y terrenos desarbolados.
Durante estos años, y sin menoscabo de sus otras múltiples funciones, los incendios forestales van a someter al colectivo de Agentes Forestales a un intenso (
Peligrosidad y penosidad de una profesión
Dos circunstancias unidas a las funciones de
Penosidad: Al ejercer la profesión generalmente en sistemas montañosos, subiendo y bajando laderas accidentadas, vadeando ríos, recorriendo grandes distancias y soportando frecuentemente, todo tipo de inclemencias meteorológicas.
Es obvio, que estos profesionales deberían estar equipados satisfactoriamente, pues bien, el uniforme asignado es el mismo que casi todos hemos utilizado durante el servicio militar, con la única diferencia del color; éste consta de chaqueta cruzada con corbata y pantalón, botas (en algunos casos de suela lisa) y un chubasquero normal. Uniforme insuficiente y poco funcional, que además se confecciona cada dos o tres años, o que obliga al forestal a realizar el servicio, en ciertas ocasiones con prendas no reglamentarias o vestidos totalmente de paisano.
Para la lucha contra los incendios, se utiliza un cinturón portador de útiles como: guantes, mascarilla, cantimplora, etc.; los agentes forestales, colectivo básico en esta lucha, únicamente están dotados de cinturón.
El medio de locomoción oficial para realizar la labor profesional, tanto en verano como en invierno es la motocicleta, sólo se utilizan coches y Land-Rover excepcionalmente.
Peligrosidad: La heterogeneidad de cometidos de
- Los incendios forestales, causante de muertes todos los años además de quemaduras y traumatismos por el humo llamas, terrenos accidentados, y las masas de agua que vierten los hidroaviones en ocasiones, sobre el personal terrestre encargado de apagarlos.
- El furtivismo, arraigado profundamente en ciertos individuos, que han provocado la muerte de algún forestal; facilitado por ser éste el único cuerpo en que cada uno de sus miembros facilita el servicio en solitario, normalmente a pie o en motocicleta, con emisoras que funcionan únicamente en la época de peligro de incendio y con un rifle anticuado y sin munición.
- Accidentes al utilizar la motocicleta, que independientemente de la gravedad de éstos, postergan al accidentado a confiar en su suerte y arreglárselas como pueda, hasta que alguien pueda auxiliarle.
- Las agresiones físicas y verbales, frecuentes al recriminar o sancionar las infracciones estipuladas en las leyes de Montes, Caza, Pesca, Incendios forestales, etc.; debido al carácter y la falta de educación e información de algunos ciudadanos, que se creen con el derecho de practicar la más completa anarquía en el medio natural, y no reconocen al Agente Forestal como autoridad en ese medio.
- Los relacionados al fiscalizar los trabajos selvícolas, por realizarse éstos en terrenos dificultosos, con maquinaria pesada, motosierras, etc.; los derivados de la lucha contra las plagas, al combatirse éstas con productos tóxicos o con escopetas, como en el caso de la procesionaria; los riesgos al controlar cacerías y monterías autorizadas; los encuentros con animales que en ocasiones resultan peligrosos, víboras, escorpiones, avisperos, enjambres, etc.; menos frecuentemente lobos y osos; y por último, situaciones a las que el forestal está especialmente expuesto, como son: rayos, desprendimientos, avalanchas, etc.
Estos riesgos, cuando se traducen en accidentes, ocasionan bajas en la familia forestal o en el mejor de los casos imposibilita a alguno de sus miembros a realizar funciones de campo, relegándoles a destinos administrativos o a su jubilación, por incapacidad laboral.
Algunos son susceptibles de disminuirse o erradicarse, pero parece ser, que la tecnología moderna y los nuevos métodos de trabajo, están de más para
El vehículo del forestal
La labor profesional de
Considerando que el vehículo oficialmente asignado para realizar el servicio, es la motocicleta que no se dan cursillos de su manejo y adiestramiento; que no se facilita el material imprescindible para su correcto uso (casco, gafas, guantes, etc.); que regularmente se tienen que utilizar otros instrumentos para el buen desarrollo del trabajo (emisoras, prismáticos, rifle, mapas, etc.), sin maletas ni compartimentos especiales; que únicamente están dotadas del seguro obligatorio; por último, que el servicio se hace individualmente, el forestal, además de las molestias e incomodidades, sufre la preocupación y el temor constante al accidente y al desamparo.
La mayoría de los Agentes Forestales están destinados en pueblos de montaña. No es necesario residir habitualmente en ellos, para comprobar que los elementos climatológicos (lluvia, granizo, nieve, frío, hielo, viento, niebla) son muy rigurosos y permanentes.
¿Cómo se realiza la misión encomendada con lo anteriormente expuesto?
a) Normalmente, para realizar el servicio en invierno, el correspondiente cupo de gasolina se utiliza en el automóvil particular, con lo que se obliga al forestal a cometer una irregularidad, además de perjudicarle, ya que si bien, el carburante no le grava, no ocurre igual con las averías del coche y su desgaste, éste último muy acelerado por las peculiaridades del terreno donde ha de circular.
b) Cuando el tiempo es más crudo, muchas de las zonas quedan desprotegidas, por imposibilidad material de atenderlas, no así para los furtivos, que bien equipados y con Land-Rover, pueden acceder a zonas donde a pie o en motocicleta es imposible ejercer la labor policial.
c) En las ocasiones en que se utiliza la moto, se prescinde de algunos útiles que entorpecen el transporte (prismáticos, emisoras, arma), pero que posteriormente y según las circunstancias, pueden ser necesarios.
d) El tiempo de trabajo se acorta necesariamente, pues cuando se está mojado o aterido de frío, se anhela el regreso a casa o a un lugar protegido.
e) Se piensa mucho los pros y los contras a la hora de vigilar ciertos lugares, cuando:
1) Hay señales relacionales de cambio de tiempo, hay que tratar por todos los medios de no quedar aislado.
2) En el momento de abandonar la motocicleta y seguir haciendo el servicio a pie por la posible desaparición de ésta o alguna de sus piezas.
3) La posible avería de la máquina, tengamos presente que en estos casos hay que optar por el abandono de la misma o su arrastre a un lugar seguro.
4) La poca autonomía del vehículo, depósito de gasolina pequeño y falta de gasolineras en pleno monte e incluso en muchos pueblos.
Resumiendo: el invierno suele durar seis meses en los pueblos de montaña, amplias zonas quedan desprotegidas de la necesaria atención y vigilancia, los rendimientos de trabajo bajan considerablemente. El Agente Forestal, además de pasar frío mojarse y tener accidentes, sufre regularmente gripes y enfriamientos que le obligan a estar de baja. Los furtivos y conciudadanos de estas poblaciones. que conocen perfectamente la problemática del forestal, se aprovechan de estas circunstancias.
El Instituto Nacional para
Al asumir ICONA la responsabilidad de
El ICONA forma su propia guardería con la fusión de los forestales del Patrimonio y los del Servicio de Caza y Pesca Continental quedando en calidad de agregados los miembros de
Situación aún vigente y no comprendida por la amplia mayoría de los forestales, que se preguntan el porqué de la dejadez y los problemas administrativos pueden perpetuar semejante injusticia, causante entre otras cosas de una profunda división en la familia forestal, que si no ha afectado al normal desarrollo de la actividad laboral se ha debido, únicamente a la gran profesionalidad y amor propio de la ya centenaria Guardería Forestal del Estado.
Pero si hasta el momento la marginación afecta sólo a una parte de
Esta despreocupación ha ocasionado a los forestales un grave atraso profesional, social y económico, que seguidamente pretendemos desarrollar.
Necesidad de cursillos de formación
Aspectos profesionales:
La profesión de Agente Forestal tiene múltiples, variadas y complejas funciones que requieren amplios conocimientos técnicos, jurídicos, ecológicos. psicológicos, etc., y exigen por tanto a sus miembros una especial preparación que hay que revisar constantemente, con reciclajes y cursos de formación.
Al comenzar la década de los 80, el ICONA aprueba una normativa por la que exigiría el titulo de Capataz Forestal como condición indispensable para el ingreso en
Posteriormente (ver Decreto publicado 30 de octubre de 1982) ICONA se propuso organizar e impartir cursos de especialización al colectivo forestal, pero en las escasas ocasiones que se llevó a la práctica el citado decreto, se hizo con un criterio un tanto irracional e incompleto dos o tres forestales de cada servicio provincial eran enviados a la provincia elegida para realizar un curso determinado: plagas, incendios, etc., éstos además de los gastos y trastornos de desplazamiento que ocasionaban, no tenían la suficiente continuidad, por lo que eran muy pocos los forestales que accedían a ellos.
Muchos de los acontecimientos forestales están basados en experiencias personales, más ricas y variadas cuanto más tiempo se esté en contacto con el medio natural. Los miembros más veteranos de nuestra Guardería Forestal poseen una sabiduría al respecto extraordinaria, que se pierde sin transmitir a las nuevas generaciones, por el modo de ejercer la profesión, individualmente y sin posibilidad de intercambios frecuentes.
Los conocimientos también son susceptibles de incrementarse y complementarse con guías, monografías, folletos, hojas informativas, etc. El ICONA, que comenzó emitiendo algunas publicaciones fue espaciando estos envíos hasta casi su total desaparición.
La labor forestal además de conocimientos requiere medios técnicos para realizarla adecuadamente. La dotación que de estos hace ICONA a sus forestales, se basan casi exclusivamente en las motocicletas y emisoras.
Las motos aparte de otros problemas, se adquieren sin estudios ni pruebas previas sobre el terreno en que han de realizar el servicio, y sin el consejo de su futuro usuario; por tanto, se compran motos de carretera para transitar por el monte o de motocross cuando lo conveniente, serían las de trial.
Las emisoras son inoperantes en algunas ocasiones por la falta de una suficiente red enlace de repetidores, y otras, por la insuficiencia de pilas.
Otros útiles, como prismáticos, vehículos tipo Land-Rover, equipos especiales contra incendios, etc., que darían mayor seguridad y eficacia a
El buen desarrollo de la actividad forestal requiere mucha información y que ésta se transmita con rapidez. No olvidemos lo distanciados que se encuentran los forestales de los centros de poder de donde emana la información, la imposibilidad de que ésta se transmita de unos a otros, por las características tan reiteradas en el presente trabajo, como son la individualidad y el aislamiento impuestos por las demarcaciones territoriales extensas y residir en algunos pueblos donde no se recibe ni el BOE.
¿De qué sirve modificar las leyes de Montes, Caza, Pesca, Incendios, etc. si estos cambios no son conocidos por aquéllos que han de controlar que éstas se cumplan?
ICONA fracasa estrepitosamente en lo referente a dotar de información a su colectivo de campo.
La mayoría de los forestales no han recibido nunca oficialmente las listas de especies protegidas, ni las de aquellas especies que sucesivamente se van sumando a dichas listas. De los periodos de veda y sus sucesivas modificaciones. en ocasiones han sido informados por los propios cazadores y pescadores o por los medios de información.
Como capataces de trabajos, y por tanto responsables directos de los trabajadores de las brigadas, apenas han sido informados de la normativa laboral que regula los derechos y obligaciones de aquéllos que tienen a su cargo.
Frecuentemente ha sido y es, el hecho de que los forestales sean recriminados por los diferentes usuarios del medio natural o por sus trabajadores, al considerarse éstos perjudicados por alguna actitud derivada de la incompleta, caduca o carente información del forestal, que ha ido fomentando progresivamente en algunos miembros del colectivo, la desconfianza y la duda, circunstancias peligrosas si se adueñan del espíritu de un profesional.
Difícilmente se mantendrá la moral alta de un colectivo profesional, si su propio organismo no demuestra un cierto interés por su problemática, además de someter a sus miembros a frecuentes arbitrariedades e injusticias.
Los agentes forestales necesitan un nuevo reglamento que sea homogéneo en todas las Comunidades Autónomas.
Anteriormente. los ascensos a las diferentes categorías profesionales del cuerpo de
Los cambios de destino voluntarios u obligatorios, las gratificaciones, dietas, ascensos, etc., sin un orden de prioridades ni controles adecuados, generalmente han servido más para discriminar, castigar o beneficiar a individuos que para recompensar conocimientos, antigüedad, gastos y dedicación al realizar los servicios.
Un ejemplo de o anterior son los forestales tales que prestan sus servicios en oficinas realizando una misión de apoyo a sus compañeros de campo, o haciendo trabajos administrativos; estos se han encontrado sin las recompensas de los forestales de monte: ascensos, gratificaciones, etc., y sin las compensaciones de sus otros compañeros administrativos, por pertenecer a un cuerpo diferente y no ser viable la equiparación.
Otros forestales tratados arbitrariamente son los encargados de viveros, piscifactorías, granjas cinegéticas, almacenes de material, etc., que en ocasiones y por falta de presupuesto para contratar personal, se han visto obligados a realiza trabajos de peonaje, sin ser estas funciones propias de ellos.
Aspectos sociales
Heredados de las casas forestales, el ICONA somete a
Sistema, que como ya ocurrió con las casas forestales, acarrea el aislamiento social, cultural, etc. del forestal y su familia, y además en el tiempo presente atenta contra toda ordenanza laboral vigente.
Hasta el año 1978,
Los forestales pertenecen a un cuerpo de la administración del Estado español, que en el año 1985 efectúa un servicio de 24 horas al día, no poseen más que un día laborable de descanso semanal (52 días libres al año), y no disfrutan los festivos ni las vacaciones en verano.
Una jornada laboral tan atípica, que impide tener un horario prefijado y el no poder abandonar la población asignada, imposibilita la realización y formación suficiente del forestal como persona. Los forestales generalmente prestan sus servicios en poblaciones pequeñas, que normalmente carecen de personal cualificado, centros culturales, actividades variadas e instalaciones.
Al coincidir necesariamente el único día libre a la semana con uno laboral, precisamente cuando todos trabajan, favorece el aislamiento y la soledad del forestal, ya de por si muy acentuadas por las características de su trabajo, problemática que se agrava si tiene hijos en edad escolar o cuando su mujer trabaja. al no poder realizar actividades en plan familiar.
No poder disfrutar los festivos ni las vacaciones en verano rompe frecuentemente la necesaria relación y convivencia familiar y social.
En algunas ocasiones, estas anticuadas y ridículas condiciones de trabajo, provocan en el forestal la renuncia al disfrute de su día libre, e incluso de sus vacaciones anuales, claro está sin la correspondiente remuneración económica.
Aspectos económicos
Un colectivo profesional con múltiples e importantes funciones, diversas responsabilidades, dedicación plena, penosidad y peligrosidad contrastadas y un sistema de trabajo tan peculiar y discriminatorio, ha de soportar además de estar mal pagado, adelantar frecuentemente dinero propio (teléfono, gasolina, material, etc.) en beneficio del servicio y que en ocasiones lo pierde, o es recuperado con mucho retraso.
Cualquier legislación de conservación de
Detallarnos un cuadro comparativo de las retribuciones que las diversas categorías del Cuerpo de
Los totales son en bruto, sin sustraer las retenciones del IRPF, Seguridad Social y Mutualidad.
Cuando se reconoció la dedicación exclusiva para
A las retribuciones de los forestales, solamente se suma una gratificación con carácter general: la de incendios, que sólo es percibida por los Agentes que prestan sus servicios en los montes, y que por los cuatro meses de la época de incendios del año 1984, percibieron entre 16.000 y 20.000 pesetas en el mes de marzo del año 1985.
Por el exceso de jornada, imposibilidad de tornar vacaciones en periodo estival, no disfrutar los festivos, etc., los forestales o reciben ningún tipo de compensación económica ni de tiempo libre; cuando otros cuerpos de las diversas administraciones con carácter especial como
El cuerpo de Bomberos de
Otro ejemplo es el cuerpo de Policía Municipal de Madrid, que obtiene un compensación económica por festivos o domingos trabajados, descansando su miembros al menos dos domingos al mes, además de recibir un cupo de vacaciones extra por este motivo.
Frecuentemente, los forestales se ven obligados a comer o estar toda una noche en el monte cuando tienen trabajos con la brigada lejos del núcleo urbano, o cuando han de quedarse con el retén apagando un incendio o vigilando que éste no se reavive si ya ha sido extinguido. En éstos y otros casos no se perciben nunca dietas ni pluses.
Los aspectos sociales y económicos han obligado a algunos forestales por su dureza, a solicitar la baja en el servicio activo o la excedencia. para posteriormente buscar otro trabajo o solicitar el reingreso en la escala de personal laboral o de conductores.
Nuestra Guardería Forestal
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- Creado en Miércoles, 09 Diciembre 2009 13:10
Por Ricardo Muro Martínez, Doctor Ingeniero de Montes
Datos históricos.– Tras las tremendas invasiones de diversos pueblos hasta
Tomo unos breves datos del trabajo de mi gran compañero Guillermo Muñoz Goyanes, publicado en el número 189 de
Carlos II, último rey español de
Fernando VI, segundo monarca de
Publica un Decreto, días después, en que dice... “ya que no parece suficiente nombrar personas con generales y vulgares conocimientos de árboles, tierras y propiedades de éstas, sino que sería muy acertado que todas dichas personas actúen hacia el mismo fin, usando un superior saber, ganado con el estudio, que les permita hacer o mandar hacer lo más conveniente, y en cuanto a los guardas de campo y monte... es preciso actúen conjuntamente con aquellas personas de más sabiduría... poniendo en su cometido la reciedumbre de sus cuerpos, la aversión al soborno o la malicia y el largo conocimiento de los montes que tutelan así como de las costumbres de los más rebeldes delincuentes.” Ha profetizado los Cuerpos Técnicos Forestales y el lema de los Ingenieros Superiores. Y más aún, muere en el castillo de Villaviciosa de Odón, donde un siglo después de las Reales Ordenanzas dichas se inauguró
Carlos III se distinguió por la defensa de todos los recursos naturales. En el segundo tercio del siglo XVIII sancionó una Real Orden creando
Carlos IV también se ocupó de las cuestiones forestales, y finalizando el siglo XVIII promovió un premio sobre el tema: “¿Cuáles son los obstáculos que impiden y atrasan en la actualidad la prosperidad de los montes y plantíos de España?” Y el ganador del concurso llegó a la siguiente conclusión: “Urgente necesidad del establecimiento de una vigilancia, tutelada por el Estado, con especial atención a los incendios y entradas del ganado a las repoblaciones jóvenes.”
Hacia mediados de siglo XIX, siendo reina Isabel II, se crea
Alfonso XII deja sólo como vigilancia de los montes a
Al año siguiente, por la “Ley de Repoblaciones Forestales””, se crean los Capataces de Cultivo en los Distritos Forestales; ya, aunque con otro nombre, los precursores de
En 1907 se hace especialmente preciso un Cuerpo que se ocupe de los montes en su vigilancia y otras misiones incompatibles con el carácter de
Dice el texto, entre otras muchas cosas: “El personal que se elija... ha de vivir apartado de todo lo que signifique influencia o favor y convencido de que sólo puede fiar la seguridad de su destino y la recompensa de los ascensos al cumplimiento estricto de sus deberes.”
Dificultad de la vida del guarda y su familia en los pueblos.
Ya hemos visto que desde siglos se viene intentando por los gobernantes impedir los taladores, los fuegos en los bosques, la suelta de ganados, etcétera, señal ineludible del tremendo abuso continuo que se cometía por doquier contra las masas arbóreas. Eran costumbres seculares muy difíciles de desarraigar: el ganado suelto impidiendo el desarrollo de la regeneración natural y de las repoblaciones artificiales; el trasmocho de frondosas para ramón de los ganados; la tala de latizales para elegir piezas para arados, ruedas de carro, etcétera, la tala de fustales para vigas, arreglo de ventanas o puertas, muebles, etcétera. El Guarda Forestal era un intruso, un ser odiado que impedía la libertad -así también se llama el libertinaje- de los vecinos en los montes públicos de sus Ayuntamientos, y denunciaba con castigo seguido al hecho. Eran mirados con recelo y pocos intentaban ser amigos suyos. Por otro lado, tampoco podían, ni él ni los suyos, intimar con nadie por si después esos íntimos violaban la ley.
Ningún pueblo quiso tener el Guarda en él a comienzos de la creación del Cuerpo. Luego, haciendo caso al refrán de “al enemigo, en casa se le vigila mejor”, opusieron menor resistencia.
No fueron comprendidos. Por eso en la encrucijada de dos caminos forestales, en una de las Merindades de Castilla, levanté un obelisco con los escudos de España y de Montes y esta inscripción: “A los primeros forestales españoles que lucharon contra la incomprensión popular.”
Dura vida en el centro de los bosques.
Muy pronto se vio que en determinados grandes montes o masas boscosas, la guardería en los pueblos quedaba lejos del corazón de los mismos y por eso se hacia difícil la vigilancia en las partes centrales y opuestas a sus domicilios. Se construyeron casas forestales aisladas en medio de esas masas arbóreas para residencia de los guardas y sus familias. Solían ser casucas para dos familias, una junto a otra en sentido vertical. A veces con alguna habitación para los facultativos. Se añadía alguna dependencia para gallinero, porqueriza y cuadra, todo junto. Sin luz eléctrica, que no había, como no existían teléfonos ni radios. Los sitios donde se ubicaban solían ser una llanada o praderío, resguardada de los peores vientos, soleada, y muy próxima a un buen manantial. La comunicación con los pueblos lejanos era alguna senda de carro, Durante el día, y a veces de noche, las familias quedaban solas con algún perro que, al ladrar, pudiera avisar la presencia de intrusos o viajeros. En caso de emergencia las mujeres tocaban alguna bocina -de las que usaban reglamentariarnente los Guardas- o disparaban alguna escopeta. Vibraciones sonoras que si los Guardas estaban lejos o en algún vallejo encajado no las oían. Es ocioso decir que la cuestión escolar era nula y para enfermedades, accidentes o partos aviesos se utilizaba el traslado en una caballería, generalmente un asno, y, ya con cierto lujo, algún carro pequeño.
Las dos familias reunidas defensivamente, en ocasiones tenían efectos ofensivos. Las humanas virtudes y los humanos defectos giraban allí como las imágenes de un caleidoscopio y había roces que daban, muchas veces, lugar a traslados. Es lógico entre hombres, e insisto, entre mujeres.
En cuanto a la adquisición de víveres y utensilios, en algún día bueno se trasladaba un Guarda al pueblo de mejor mercado con una caballería y volvía con la bestia cargada de la brida, tras larga caminata, y, en el mejor de los casos, alumbrado por las estrellas.
Peligroso y desagradable cometido.
Comenzó la lucha contra los pastores por introducir ganado en sitios prohibidos o en los que sus rebaños no tenían derecho a pastar. Con los ganaderos que dejaban sueltos sus ganados pareciéndoles pequeñas para ellos todas las extensiones. Y es curioso que si en los montes públicos llegara a ser todo su suelo de pastos, como querían y como quieren, suponiendo que no existiera la erosión, el más rico ganadero será el que más se aproveche del monte, y nada en absoluto, en ese aspecto, el que no tiene ganados, que suele ser el más pobre. Pues bien, ante esta gran injusticia nunca hubo oposición popular ni detractores.
Continuaba la vigilancia contra los leñeros no autorizados o dañadores; los que trasladaban mojones, especialmente si había manantial por medio, y los seculares matuteros en sus dos categorías: los que subían al monte de vez en vez, generalmente vecinos del Ayuntamiento propietario del predio, y los que hacían del matute una profesión o parte de ella. Los primeros cortaban árboles casi siempre latizos, para piezas de sus arados o de las ruedas de sus carros. Los arrastraban con una caballería, rara vez dos. Los segundos portaban carretas con las ruedas bien engrasadas, en marchas nocturnas, la mayor parte de las veces, acarreando todo lo que podía admitir su transporte.
Al principio, y al objeto de realizar estas vigilancias, la guardería se daba verdaderas palizas caminando, queriendo estar en todas partes. Después aprendió a esperar en las salidas naturales de las diversas zonas boscosas o en los meandros y pequeños embalses donde paraban los maderos, en aquellas provincias en que se hacia su transporte por los ríos, conducidos por los arriesgados equilibristas “gancheros.” Esta segunda forma de vigilar tuvo más éxito con mucho menos esfuerzo.
Cuando
El conjunto de pueblos que además de sus montes tuviesen algún comunero, es en éste donde se hacían las fechorías por los vecinos de la comunidad.
Y al relataros estas cosas no me embarqué en la carabela de mi fantasía, sino que os cuento muchos sucesos en los que fui espectador, o conocedor directo.
Sangre. -Esta vigilancia continua, esta evitación de muchos daños y denuncias con el castigo consecuente, sabiendo los dañadores que había autoridad vigilante que no se andaba con bromas, costó a
Pero si la matutería puede considerarse como un pasado, los incendios forestales han ido en aumento. Al principio sus causas eran accidentales y por excepción intencionales. Pero si se continúa en la marcha ascendente será totalmente al contrario. Su extinción ha costado quemaduras, heridas y muertes a
Es significativo que los forestales que actúan en la extinción de los incendios, cuando éstos se prolongan no quieren ser reemplazados. El guarda o guardas del cuartel han de pasar muchas horas y más de una noche para que puedan irse a descansar. Y cuando tras el siniestro los daños son cuantiosos, se ve a esos guardas angustiados, dolidos y furiosos.
Otros varios hechos contra la ley, de ganaderos y pastores, pescadores fraudulentos, cazadores ilegales (éstos son los más peligrosos al portar armas) y productores de vertidos contaminantes en los ríos, han causado disgustos, amenazas, falsas denuncias y heridas a los guardas forestales.
En 1962 en la provincia de Burgos y cerca de la “Virgen encumbrada de Orduña”, al estar echando a un grupo de pastores con sus ganados, el guarda del cuartel recibió una pedrada en la frente que le derribó sin sentido.
En el Valle de Mena, los años 66 y 68, dos guardas fueron apaleados, en cada uno de estos años, por pescadores fraudulentos. Y en el 74 (en Vizcaya) un guarda forestal al oír tiros por la noche cerca de la casa forestal, salió sorprendiendo a unos cazadores furtivos de liebres, que aprovechando la noche de luna cazaban allí. Le propinaron una gran paliza estando hospitalizado más de quince días y si no es por el ingeniero de
Conocimiento de “sus montes.” -
A nuestros guardas les quemaron todos los soles, les calaron todas las lluvias y granizos, les convirtieron en albarizas todas las nieves y les curtieron todos los vientos; la rosa entera de los vientos con sus diversos significados locales a lo largo y a lo ancho de nuestra patria. Les percutió el viento del Este, Euro o Solano, con la alegría de traerle el sol; les azotó el del Oeste, Poniente o Céfiro, con la nostalgia del ocaso, les quemó el rostro y las manos el viento del Sur o Austro. Y el del Norte, Aquilón o Cierzo, junto con el Noroeste, Brisa o Mistral, les lanzaron heladas ráfagas que pasaron sobre sus cabezas, pero nunca sobre sus corazones. Y en cada caso, en cada sitio, en cada instante, saben dónde tienen que dirigirse con rapidez para resguardarse, si es preciso.
Y cuando, solicitado el permiso de traslado se les ha concedido, al saberlo, les he oído balbucir más de una vez, echando un vistazo a los parajes inmediatos, “mis montes...”, mientras yo pensaba “mi guarda....”
Hubo siempre una gran compenetración entre los diversos Cuerpos de
Abrió los ojos y me dijo: “Si, mi jefe”, y me tendió las manos, que yo recibí con emoción que no supe disimular.
Identificación con sus montes. “Sentir” sus montes; su entrega
Para mí lo más notable de estos hombres no es sólo su misión y su conocimiento del cuartel, verdadera palestra, sino su identificación con los montes, su sentir los montes profundamente. Sentir es entusiasmarse, querer. Y el que se entusiasma en su profesión da todo lo que es y se entrega. Y esto, en nuestro caso, no es un hecho sólo material, sino refinamiento del espíritu, sin darse cuenta ni suponerlo, al estar rodeados de tanta y tan extraordinaria belleza, ora pacífica, ora revuelta, de árboles y arbustos, de contrastes de color, de silencios, de ambientes purísimos en el aire y en las aguas. Aquella visión del bosque, como la de una orquesta sinfónica en orden de batalla sonora. Arriba, los agudos picachos; abajo, los graves valles y vallejos. La cuerda de sus divisorias, la madera de sus pies arbóreos y el metal de la percusión de los vientos, como trompetazos de contraste. ¡Toda una sinfonía de color! En la mayoría de las provincias hispanas el terreno es muy movido topográficamente y hay un acompañamiento monótono habitual en las largas marchas; valles, divisorias, valles, divisorias; bajar, subir, bajar, subir... De vez en vez, una llanada o valle amplio nos deleita. Desde él se observan mejor las elevadas cresterías rocosas como caireles de la erosión, sus escarpes, los grandes pináculos, como gigantescos molares, relojes de los siglos, esqueletos del mundo, que se interponen entre suelos y cielo. Amenazadores terribles, firmes ante el embate de los vientos, como cíclopes avizorantes desde sus atalayas... Aquellos vallejos estrechos, encajados, boscosos, olvidados de su paz, invitadores de descanso y de meditación. Aquellas cascadas luminosas producidas por el sol entre la enramada, como lluvias de luz filtradas por la hojarasca, que bÿÿan los protegidos suelos; de aquella delicia de viento fresco o gris entre la fronda, durante el estío caluroso. Aquella brisa primaveral, que balancea las hojas nuevas de los árboles para que presuman de sus nacientes colores y hacen descansar nuestros ojos en tina gama de verdes relajantes. De aquel movimiento brusco de ramas y ramillas con vuelos de ligeros elementos sueltos empujados por el viento. Y entre rama y rama, móviles ¡trozos de cielo! Aquel centelleo de miles de gotitas de agua convertidas en brillantes por el fuego solar, tras un rocío madrugador, que desaparecen si el sol se oculta. De aquellas capas albas en los inviernos, cuando los árboles no pueden soportar más peso de nieve helada, tan majestuosos que si les incide la fuerte luz nos ciegan sus resplandores. Aquel envolvente de niebla espesa que todo lo oculta y hay que avanzar poco a poco para descubrir pequeños sitios admirables, haciéndonos vivir la fantasía de que estamos atravesando un maravilloso palacio oriental deshabitado y hemos de ir descorriendo cortina tras cortina para admirar la belleza de sus estancias. Desde los altozanos, oteros o cumbres, se lanza la pupila por encima de las cimeras guías arbóreas, sobre los hondos valles de allá abajo. ¡Parece increíble hasta dónde llega la vista!, incidiendo en los verdes esmeralda de los prados, la gama de colores calientes de los poblados, el oro o verde claro de los cereales y, a un lado, otras laderas boscosas, más gama verdeocre de sus pies arbóreos que son los candelabros de aquel inmenso altar cubierto por la bóveda que forma el firmamento.
Tres siglos de Guardería
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- Creado en Miércoles, 09 Diciembre 2009 13:07
Por Guillermo Muñoz Goyanes, Doctor Ingeniero de Montes
En el último lustro del siglo XVII la población de España podía estimarse en una moderada cifra, comprendida entre los siete y los ocho millones de habitantes; pero, aún así, las producciones del campo no bastaban para llenar las necesidades de su consumo.
El absolutismo y la concentración territorial estaban repercutiendo de modo muy grave, sobre la riqueza agraria. Con excepción de los años de buenas cosechas, la agricultura hispana era deficitaria; y, además, no existía control alguno sobre las talas abusivas que se realizaban en los bosques.
Las Cortes convocadas por el rey Carlos II y reunidas en Pamplona en el año 1677, se ocuparon con verdadero interés -entre otros importantes asuntos- de la escasez de cercales en todo el país y de los grandes daños que se estaban causando a la riqueza forestal del mismo.
Los tintes sombríos que en el retrato ecuestre de dicho rey puso el pintor asturiano Juan Carreño de Miranda fueron, acaso, representativos de una época de decadencia; a la que había llegado
Sin embargo, fue este monarca -como se verá seguidamente- el que sugirió la idea de una necesaria vigilancia directa sobre la riqueza forestal que habría de concretarse más con la aparición (en el año 1877) de los Capataces de cultivos, y, posteriormente (en el año 1907), con la creación del cuerpo de
Aunque parezca increíble, tan elogiosa información se refería al -indolente y enfermizo- citado rey Carlos de Habsburgo y Austria (llamado por muchos historiadores el Hechizado), quien durante la reseñada cacería había vuelto a comprobar, sin duda, los crecientes daños que se estaban causando a los bosques próximos a
De esa manera, expresa y clara, quedaba patente la voluntad real de establecer una permanente vigilancia sobre la riqueza forestal española.
Real Ordenanza para el aumento y conservación de montes y plantíos
Por no haber tenido hijos Carlos II nombró en su testamento como sucesor a Felipe de Borbón y Baviera -Duque de Anjou y nieto de Luis XIV de Francia- que inició la presencia de
Por el contrario, Fernando VI (hijo de Felipe V y de María Luisa de Saboya) fue un gran soberano, que ahorró la sangre española, manteniéndose alejado de todo conflicto bélico, y que realizó una extensa obra de reconstrucción del país -con la eficaz ayuda de excelentes ministros- durante los trece años de su reinado.
Mientras casi toda Europa estaba empeñada en constantes luchas, el monarca hispano se afanaba en fomentar las artes, las letras, las ciencias y el desarrollo agrario. En particular -mediante la inestimable tutela de don Zenón de Somodevilla, marqués de
La filosofía de dicha acertada disposición se sintetizó, en el preámbulo de la misma, con los siguientes conceptos: “Habiendo entendido los graves perjuicios que sufre la causa pública, por la poca observancia que han tenido y tienen las leyes y pragmáticas de estos Reinos que tratan del aumento de plantíos y conservación de montes, por descuido de las Justicias en no ejecutar las providencias y penas que se hallan establecidas á este importante fin; recelando se hagan mayores é irreparables, si no se trata seriamente de precaverlos; sin haber sido bastantes las repetidas órdenes y autos acordados que en varios tiempos se han expedido y publicado desde los Señores Reyes Católicos hasta ahora, á más de las leyes y pragmáticas, á fin de que los Corregidores y Justicias celen y cuiden de la conservación de los montes y aumento de plantíos; y para evitar los abusos que se experimentan en cortar, arrancar y quemar los referidos montes y árboles sin replantar en su lugar otros, ni guardar las reglas prescriptas para el uso ilícito de ellos, sin duda porque no se castigan condignamente los delincuentes; ha resuelto a consulta de mi Consejo, se forme y comunique a los Corregidores y Justicias la instrucción y reglamento que contienen los treinta y llueve capítulos de esta Real Ordenanza.
Entre dichos capítulos -y por lo que luego se dirá- es oportuno señalar ahora que lo que se prevenía en los 5 y 25 era lo siguiente:
“Artículo 5.- Lo primero que se deberá ejecutar será elegir y nombrar personas expertas que vean, reconozcan y visiten los términos de cada pueblo con el mayor cuidado; distinguiendo, separando y notando los montes que fueran de Realengo, o aprovechamiento común, de los que pertenecieran á particulares, los ríos, arroyos, vertientes, tierras baldías y servidas que estimaron a propósito para sembrar o plantar los que lucren más adecuados, y no pertenezcan a particulares, según la calidad del terreno: cuyas noticias deben servir para que los Corregidores estén instruidos de lo que han de cargar y repartir a cada pueblo según sus vecindarios términos, tierras incultas y estado de sus montes; de forma que los árboles que estuvieron ya criados se conserven, limpien y mejoren a sus debidos tiempos y que los que no lo estuvieron se siembren y planten de nuevo con aquellas especies que sean más a propósito.”
“Articulo 25.- Y para que lo mandado, y demás que se mandare en esta razón, tenga su debido efecto, el Concejo, Justicia y Regimiento de cada pueblo, por la parte que le toque, elija y nombre cada año, al mismo tiempo que los demás oficios públicos, los guardas de campo y monte que según la extensión de su término juzgare conveniente; los cuales con este título, o el de celadores, cuiden de su conservación y, aumento, aprehendan, y denuncien ante
El Rey quiere ingenieros y guardas

Con tal motivo, y al tiempo de comentar otras cuestiones agrarias pendientes, el monarca reitera al primer secretario de Estado su gran preocupación por la situación presente y futura evolución de la riqueza forestal española con las siguientes proféticas palabras:
Es evidente que no hace falta ser un experto en Administración forestal española para darse cuenta de que Fernando VI no so lo acababa de definir -ante el marqués de
Al llegar a este punto -y aun sin afán alguno de entrar en esotéricas especulaciones- no hay, más remedio que sorprenderse ante la extraordinaria vinculación que existió entre la historia a persnal de Fernando VI y la de los Cuerpos Forestales, porque, además de los señalado en el párrafo anterior, sabido es que tan prudente y melancólico soberano murió el 10 de agosto de 1759, en el castillo de Villaviciosa de Odón, de la provincia de Madrid, donde el día 2 de enero de 1848 se inauguró la “Escuela Especial de Ingenieros de Montes y Plantíos”, asi llamada en el Reglamento de la misma de 18 de agosto de 1847, que había sido elevado al Consejo de Ministros por el titular de
Los fusileros Guarda-Bosques Reales
Su hermanastro, Rey de las dos Sicilias, se convirtió automáticamente en el monarca de España con el nombre de Carlos III, quien desde el principio de su reinado se distinguió, notablemente, por la defensa de todos los recursos naturales y artísticos del país, así como por el adecuado aprovechamiento y disfrute de los mismos por el pueblo.
Entre sus desvelos por la conservación de
Siendo la misión primordial de esta Compañía cuidar los bosques reales, su cuartel general radicaba en Aravaca, a una legua de Madrid, estando repartida en varios destacamentos, uno de los cuales, forzosamente, había de establecerse siempre en el lugar en que se encontrase
El criterio de que las buenas leyes y su rigurosa observancia son el -apoyo más firme de la prosperidad de los Estados era constantemente difundido y defendido por los escritores, políticos y militares de la época de dicho soberano.
Así, en la obra titulada Juzgados Militares de España y sus Indias, escrita en 1788 por don Félix Colón y Larriátegui -descendiente directo del descubridor de América-, se podía leer lo siguiente: “Al Príncipe toca la promulgación de las leves; a su cuidado pertenece que sean justas, equitativas, claras, sin ambigüedad ni contradicción, útiles, acomodadas al estado y al carácter de los Pueblos, y capaces de arreglar y terminar brevemente las diferencias que más comúnmente se susciten entre ellas ...” “Las maravillosas consecuencias que se han experimentado en lo interior de nuestra Monarquía de la subsistencia perenne de
Acaso conceptos tan ditirámbicos no fuesen absolutamente exactos, por grandes que fueran los esfuerzos legislativos de los estadistas de aquellos tiempos; pero si en la realidad histórica encontramos hechos y sucesos de aquel reinado que contradicen tales asertos, no puede negarse que de los mismos se deduce el optimismo y la satisfacción por las mejoras introducidas por Carlos III en todas las providencias encaminadas a la defensa del orden y de las riquezas públicas.
La guerra que -el día 2 de enero de 1762- declaró a España el rey de Inglaterra no fue suficiente causa para desviar la atención de Carlos III hacia el fomento de los recursos naturales nacionales, ya que por Real Resolución de 19 de abril se nombraron “Visitadores de Montes y Plantíos”, a todos los cuales se les dieron instrucciones para el desempeño de su cometido.
Como resultado de los primeros informes redactados por
Una etapa de crisis
Muerto Carlos III -el día 14 de diciembre de 1788-, subió al trono su hijo Carlos IV, quien -siguiendo las reiteradas recomendaciones de su padre- mantuvo como primer ministro a don José Moñino, conde de Floridablanca, tan conocedor de los problemas sociales económicos y agrarios del país. Entre estos últimos concedía especial atención a los forestales; pudiéndose citar como una muestra de ello el que a principios del año 1790, promoviera la concesión, en Madrid, de un premio de 1.500 reales de vellón para el que mejor escribiera sobre el siguiente tema: “Cuáles son los obstáculos que impiden y atrasan, en la actualidad, la prosperidad de montes y plantíos de España”. Y una de las principales conclusiones a las que llego el triunfador del correspondiente concurso fue la de la urgente necesidad del establecimiento de una adecuada vigilancia, tutelada por el Estado, con especial atención a los incendios y a la entrada del ganado en las repoblaciones jóvenes.
El protegido de la reina María Luisa de Parma -convertido en favorito del rey Carlos IV desde el año 1792-, don Manuel de Godoy y Álvarez de Faria, consiguió que el único interés de monarca por
Sólo cabe citar que, en 31 de octubre de 1796, la recién creada “Conservaduría general de Montes y Plantíos” publicó una Orden reputando el aprovechamiento de aquellos que estaban a cargo de los Corregidores, y señalando la necesidad de someterlos a una rigurosa vigilancia, para remediar los desmanes que se cometían en los mismos. Y que en el año 1802, se publicó una Real Ordenanza creando una Guardería especial para la vigilancia de los montes sometidos a la jurisdicción de
Pero lo cierto es que los daños que se causaban en los arbolados iban en aumento; y se hacía patente y urgente la necesidad de ejercer una eficaz vigilancia de una riqueza sobre la de incidía una cantidad españoles cada vez mayor; a pesar de que en el censo realizado en el año 1807 se asignaban a España peninsular una población de solamente unos once millones de habitantes.
Durante los siete turbulentos años que van desde 1807 -en que comenzó la invasión francesa- hasta el re teso al país de Fernando VII -en el año 1814- los bosques hispanos estuvieron totalmente abandonados a su suerte. Y por si ello fuera poco, las llamadas Cortes Generales y Extraordinarias de Cádiz, por decreto de 14 de enero de 1812, dispusieron la extinción de la “Conservaduría General de Montes y Plantíos” y todas las Subdelegaciones y Juzgados particulares del ramo.
Por iniciativa del duque de San Carlos, primer secretario de Estado de Fernando VII, se publicó
Durante dieciocho años, a partir de la citada Real Cédula, ni una sola disposición oficial puede mencionarse que tuviera relación con la defensa de la riqueza forestal.
Acaso deba señalarse en tal sentido que, por delegación del monarca -que se encontraba enfermo-, la reina María Cristina de Borbón-Nápoles firmó el Real Decreto de 5 de noviembre de 1832 estableciendo el Ministerio denominado “Secretaría de Estado y del Despacho de Fomento General del Reino”, entre cuyas incumbencias y atribuciones privativas figuraban “el plantío y conservación de los montes y arbolados”, así como “la caza y la pesca”. Para dirigir este nuevo Ministerio fue nombrado D. Narciso de Heredia, conde de Otalia, con fecha 28 de diciembre del mismo año.
De todas formas -posiblemente porque otras cuestiones mucho más graves dominaban en el país- lo cierto es que todo lo relacionado con la administración y guardería de la riqueza forestal hispana se caracterizaba por una notoria indolencia y descuido cuando, el 29 de septiembre de 1833, murió en Madrid el rey Fernando VII.
Las Ordenanzas Generales de Montes
La reina regente y gobernadora, María Cristina de Barbón -durante la minoría de edad de su hija Isabel-, confirmó en el cargo de presidente del Consejo de Ministros a don Francisco Cea Bermúdez, y en el de secretario de Estado y de Fomento General del Reino, al conde de Ofalia; pero este último fue sustituido en dicho cargo por don Francisco Javier de Burgos -mediante el real decreto de 21 de octubre de 1833- como persona que se había distinguido notablemente por su afición y conocimiento, sobre temas agrarios y especialmente forestales. Consecuencia de ello fue la publicación, en
La mencionada muerte de Fernando VII originó un agitado final de año político 1833. Como consecuencia de ello, y en lo que al ámbito forestal se refiere, debe citarse lo siguiente: el 15 de enero de 1834 es nombrado presidente del Consejo de Ministros el ilustre escritor liberal granadino don Francisco Martillos de
La escuela de Ingenieros de Bosques
El real decreto de 1 de mayo del mismo año 1835 -firmado por la reina gobernadora, doña María Cristina de Borbón, y por el citado secretario del Despacho del ramo, don Diego Medrano- dispuso el establecimiento de una “Escuela Especial de Ingenieros de Bosques”.
Por real decreto de 4 de diciembre de 1835
Historia de los Agentes Forestales
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- Creado en Lunes, 30 Noviembre 2009 17:17
Deseamos dedicar estas paginas a nuestros antecesores, por la defensa de nuestra naturaleza a la que durante siglos han dedicado su vida y profesión.
Vas a poder tener una visión de nuestra historia en los próximos artículos:
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Como SUPLEMENTO al Boletín del ICONA, en su numero nº 1, aparece “Guardería Forestal”, publicándose ambos desde Noviembre de 1979 hasta Agosto de 1982. Estas paginas pretendieron estar abiertas a cualquier tipo de sugerencias y colaboraciones, esperando que en ellas se reflejara la problemática forestal de nuestros guardas, a los que con nuestra más sincera admiración por su trabajo y dedicación plena en defensa de la naturaleza se ofreció este apartado del BOLETÍN del ICONA para que sirva de eco y expresión de su veterano y eficaz Cuerpo, brazo ejecutor de la política forestal y de conservación de la naturaleza durante más de cien años y colaboradores genuinos de los demás Cuerpos Forestales. - Tres siglos de Guardería, por Guillermo Muñoz Goyanes (Doctor Ingeniero de Montes). - Nuestra Guardería Forestal, por Ricardo Muro Martínez (Doctor Ingeniero de Montes). |
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QUERCUS, revista decana de la prensa ambiental, publicada desde 1981, para la observación, estudio y defensa de la naturaleza. Quercus es una revista independiente que sirve de medio de comunicación y expresión a personas y colectivos que se dedican al estudio y la defensa de la naturaleza.- La Guardería Forestal necesita una urgente elevación de su nivel profesional y de su situación sociolaboral, por la Asociación Profesional de Agentes Forestales. (Cuaderno nº 21 de Invierno de 1985 de Quercus). |